martes, 14 de junio de 2011

Felicidad.


     La felicidad, como otro amigo imaginario más, te acompañaba de la mano cuando eras niño, dibujando en tu cara esa pícara sonrisa que tan sólo desaparecía cuando los gritos de los adultos la espantaban, o bien cuando el mundo te negaba algún pequeño capricho, para volver al instante siguiente con una alegre carcajada cargada de imaginación.
     Según ibas creciendo y haciéndote del todo consciente del mundo que te rodea, la imagen infantil de tu felicidad se iba haciendo cada vez más borrosa, hasta desaparecer de tu vista, pero no de tu interior aún, y, aunque alguna vez los malos ratos pudieran espantarla, siempre volvía, amable, a tu lado.
     Pero entonces, y de aquí en adelante, te verás una y otra vez sentado en el suelo cubierto de lágrimas, pensando un momento en que nada jamás podrá solucionarse en tu vida y al siguiente tomando la temeraria resolución de resolver, ya no tus problemas, si no todos aquellos que amenacen tu vida, secando tus lágrimas con decisión y olvidándote de aquella amiga que antes te acompañaba, prefieres no buscarla, ¿para qué?, si al mínimo indicio de mal cambio se esconderá bajos las sábanas de la oscura habitación de tu interior, a llorar hasta que pase la terrible tormenta. Pero como nunca pasa, decides encerrarla allí, pues más que algo bueno parece haberse convertido en una carga que no te deja pensar con claridad ¿Tan importante es, acaso? te dices que no, pero aún así, no puedes parar de pensar en ella, sabiendo que todo puede ir mejor, pero convenciéndote una y otra vez el mundo de que no puede ser así, terminas por abandonar el esfuerzo, sustituido por una amable sonrisa pintada para el resto del mundo con el rotulador permanente del optimismo. Si tú no puedes serlo por ti mismo, se lo harás ser a los demás. Y descubres que no es tan difícil, aunque sí sacrificado; decides quedarte en casa, con tu familia dividida, decides servir de apoyo incluso a quien antes debía apoyarte a ti, incluso a quien debería ser apoyado por la misma persona que tú, incluso a quien sabes que jamás te apoyará. Empiezas a cuidar del mundo, ocultándote con tu antigua felicidad en su oscura habitación...ojos que no ven, corazón que no siente. Tan sólo te consuelas descansando, tumbada en el suelo, con tu cabeza pegada a la de una gran amiga, sabiendo que para ella la vida es tan injusta como para ti. Y entonces, después de la decepción de darse cuenta de que nunca nadie dará por ti lo que tú des por él, y aún menos si es por costumbre el servirle de apoyo, después de conocer al fin tantos falsos amigos, después de esos amores fallidos que todos tenemos alguna vez, después de los olvidos de tu familia hacia tu esfuerzo, encuentras, sorprendido y desconfiado, a una edad quizá algo temprana para muchos, la perfecta para tu madurez, la gran excepción de tu vida, la más plena y brillante de las alegrías, esa que te rescata de todo y todo lo eclipsa, llenándote el alma de paz y el corazón de alegría, esa que crees jamás podrá terminar, pues es demasiado buena para ello, esa que libera tu felicidad de su oscura celda con un rayo de luz, que te devuelve las ganas de hacer feliz al mundo, incondicionalmente. Y lo haces, pero por desgracia, es esta felicidad la que hace que te des cuenta de las injusticias del mundo, tu odio se rebela contra todo aquello de lo que careciste cuando lo necesitaste, de todo aquello que te hizo olvidarte de tu felicidad para buscar la de los demás, pues ahora, y quizá algo tarde, te das cuenta de que nadie va a pagarte por ello jamás, pues, aunque antes aún guardabas la ilusión por ello, ahora ya no puedes hacerlo, así que te desentiendes de todo lo que no sea ser feliz con el amor de tu vida, y lo cuidas con tanto esmero, forzando tanto su estancia a base de cambios, de perfeccionamiento, con los que ella (tu felicidad) sólo huye más de tu lado, pues no puede existir en la jaula que le has creado, y tú, asustado, tan sólo entiendes que deseas mantenerla a tu lado, aunque sea a base de fuerza. Y por esta fuerza es por la que se va degradando poco a poco, asustando de nuevo a tu felicidad, que amenaza de continuo con hacer las maletas y largarse para siempre de tu lado. Pero entonces aprendes, tal como Séneca, que las cosas deben seguir su curso, su naturaleza, y que si aceptas esto como tuyo la felicidad será la que venga a ti, será una felicidad ya madura, tranquila, esa que espera que todo suceda, será la felicidad tolerante, la que acepta las cosas tal como vienen con una sonrisa, cambiando sólo lo que tu naturaleza pide que cambies, liberando tu alma de todo odio irracional, haciendo de él como las cenizas de un papel quemado arrastradas por el viento hasta quién sabe dónde. Parte de ese odio seguirá ahí, pues está, por desgracia, en la naturaleza del ser humano el albergar odio y violencia en su interior, pero será un odio que aceptes con calma, por lo que será un odio que no impida tu dicha tranquila y segura. Aún así y a pesar de todo, esta tampoco será una felicidad llana y lineal, pues esta tranquilidad, esta forma de abrir la mente a cualquier pensamiento y opinión, de aceptar lo que te rodea con calma, sin poder cambiarlo, y aceptar lo que hay en tu interior con seguridad, cambiando tan sólo aquello con lo que no puedes convivir y ser feliz, esta felicidad tranquila te llevará a constantes luchas y desacuerdos contigo mismo, no será una felicidad que pueda durar, por lo menos no en su principio de existencia, pues, después de tantas veces haberla perdido, después de tantas veces haberla cambiado, ella ya no vendrá a ti, pues demasiadas veces ha vuelto para ver cómo alguien la echaba de una patada, demasiadas veces ha huído y desde la distancia ha visto cómo fingías su cercanía con sonrisas de lágrimas ocultas, y ahora, la única manera de conseguir que tenga algo menos de miedo a volver es precisamente la que la hace alejarse de ti, pues has aceptado la naturaleza de tu mundo, pero ésta no está dispuesta a hacer lo propio contigo. El resto de tu gente no te aceptará ni comprenderá como tú, pues el ser humano no conoce de estabilidad, sólo de cambios, por lo que quizá no sea tan tolerante con tu nuevo pensamiento, haciendo, ya que tú has eliminado por completo la poca coraza que tenías, que la poca luz que te queda huya asustada, herida, y al ser tú un ser humano como todos, una pequeña parte en ti se rebelará, diciéndote que el conformismo no es ni de lejos la solución. Y en este debate de tus naturalezas, así como cuando tus padres discutían en la cocina, tu felicidad se esconde a llorar bajo las mantas de tu habitación. Y ahora, que he aceptado por fin lo que necesitaba aceptar para ser feliz, la felicidad parece haberse puesto conmigo en una huelga muy difícil de terminar, parece ser necesario que en ningún momento todas las cosas de mi mundo puedan salir bien, pues, aunque este ha sido el gran año de cambios en mi vida, el año en el que más del 90% de mis problemas parecen haberse solucionado, también han aparecido unos nuevos, más adultos, que de ningún modo son menores a los que antes tenía, pues ahora, la preocupación por la falta de dinero, de trabajo, de asignaturas aprobadas, de amigos que lo sean de verdad (pues, aunque es cierto que he encontrado la verdadera amistad por fin en una persona que antes no esperaba llegara tan lejos por las grandes diferencias que nos separaban, otras tantas amistades que consideraba importantes han demostrado valer muy poco), de la falta de atención en mi casa, de comprensión en la otra, de tranquilidad estable en mi relación, parecen provocar la amenaza hacia mi felicidad de volver a salir huyendo. Y es que me he dado cuenta de que es una felicidad muy frágil, que pienso tan sólo puede arreglarse llevando a la máxima mis nuevas ganas de comprensión y aceptación, pues, para qué preocuparse de lo que pasará, si aún no ha pasado, y para qué preocuparse de lo que pasó, si ya no existe, para qué preocuparse de quien no DESEA hacerlo por ti, si en realidad no merece tanto la pena. Y mientras espero saco las fuerzas de, quizá de la falta de pensamiento que últimamente me define, así como la falta de sobreesfuerzo hacia cosas que sé no merecen tanto la pena como yo creí en su momento, para seguir levantándome temprano, estudiando, trabajando y siendo dulce y amable con los seres que me quieren, sonriendo sin dejar entrever el cansancio y, puesto que soy persona, derrumbándome de vez en cuando de la más estrepitosa de las maneras.
     A todo esto quiero añadir otro pensamiento: y es que, a pesar de todo lo que haya podido pasar en mi vida, es la falta de encabezonamiento, orgullo, ira y...todos los sucesos de este año, los que me han hecho perder las ganas de buscar la felicidad, y a ella las de venir a mí. Aún así, sé que ha sido culpa mía, por mi anterior manía del cambio, de la falta de perfección en lo imperfecto de mí. Ahora me arrepiento de tanto...aún sabiendo que precisamente este arrepentimiento es la continuación de esa manía. Por lo menos he llegado a comprender algo: y es que no todo es tan importante como nos creemos, todo cambiará, y aunque no podamos evitarlo, no deberíamos sentirnos mal con ello, pues muchas veces, aunque no sepamos verlo en el momento, más tarde nos hará feliz. Y que debemos ser felices tan sólo por lo que hay en este momento a nuestro alrededor, sin pensar en las cosas que no son fruto más que de nuestro pensamiento abstracto, ser felices incluso si no podemos ser felices con esto, comprendiendo que es nuestra naturaleza, que es así como lo necesitamos, y que, si no puedes serlo ahora, déjate dominar por tus miedos, sácalos y aprende de ellos, así como de tus errores, para ser feliz en el instante siguiente en que tus lágrimas hayan salido de tus ojos. Así que seguiré sonriendo en los momentos en que mi cabeza me diga que a pesar de estar todo mal, todo está bien. Pues es esta falta de inquietud la que, a pesar de a veces ir en contra de mí misma, me hace ver esas pequeñas cosas brillantes que sigue habiendo a mi alrededor, y hace que me fije en las que de verdad han de importarme, que estarán siempre conmigo, de manera incondicional, comprendiéndome y aceptándome, no aquellas que al segundo están y al siguiente han desaparecido sin dejar rastro alguno.
     Por eso, y aunque ahora mismo esté cubierta de mierda hasta el cuello, aprender a levantar la mirada ha hecho que vea el sol, y ahí estoy, llena de mierda pero sonriendo como una niña ingenua y feliz.
     Por último, recordar que si tienes algún problema grave contigo mismo sólo tienes que decidir cambiarlo, y hacerlo, que si lo tienes con el resto lo que debes hacer es uso de tu tolerancia, respeto y comprensión, tan sólo hace falta ponerse en el lugar del otro y sonreir con dulzura. Y si, a pesar de esto hay algo con otra persona que no te hace feliz, quizá deberías dejar de tomártelo tan a pecho y esperar, disfrutando de cada momento a su lado, pues seguramente en menos tiempo de lo que pensabas esa persona desaparezca de tu vida por la imposibilidad de encajar en ella. Y si así pasa y pierdes esa relación, aunque te lamentes, puesto que perder alguien querido es algo que nuestra raza lamenta en profundidad, debes pensar que podrás tener muchas más, con personas que quizá puedan ser y hacerte feliz a tu lado. Por esto, no debes guiar tus decisiones por el miedo a perder algo que ya no es nada, o por miedo al qué pasará, pues nada es eterno, todo muere, y retener a tu lado un imposible lo único que puede hacer es que desaparezca tu felicidad. Con esto, no estoy diciendo que deba darse por imposible cualquier cosa desde el principio, pues si crees que algo te hace feliz, debes esforzarte al máximo en conseguirlo. Y si alguna vez te sientes del todo hundido y no sabes salir, siéntate al aire, cierra los ojos, respira, escucha, sonríe, y date cuenta de lo maravillosa que puede llegar a ser la vida, incluso con sus grandes defectos, pues sólo hay una, y se va formando poco a poco de lo que haces a cada momento, al lado de las personas que amas y te aman por ser como eres.
     Y después de este largo y pesado pensamiento en el que seguramente no haya conseguido transmitir ni la mitad de lo que deseaba (mi cabeza está últimamente en otras cosas) me voy a seguir estudiando, que por desgracia es lo que toca.
Carpe Diem ^^
Zorita.

jueves, 19 de mayo de 2011

...

Soy patético = )

J.


jueves, 12 de mayo de 2011

Trenes

"¿Pero es posible cambiar?. Los optimistas tienden a creer en esa posibilidad, con la implicación de que las cosas además cambiarán a mejor. La idea de que no podemos cambiar sugiere que no podemos mejorar, y nadie quiere creer esto, aunque algunos se pueden consolar con lo que también implica esta afirmación, no podemos empeorar. La pregunta es: ¿En qué medida es posible el cambio y hasta que punto no lo es?. ¿Es nuestra naturaleza como un palíndromo de alguna forma, impermeable al cambio por mucho que, paradójicamente cambiemos?. Algunos pueden encontrar la idea de que nunca cambiamos deprimente y determinista. Y aún así la incapacidad es en muchos aspectos liberalizadora, te libera entre otras cosas de la obligación de cambiar. Y aceptar esta incapacidad puede ser una manera de consolarse: nadie es inmune, todo el mundo debe ser quien es. Puede haber una sensación de estar condenado, pero también de redención."
Todd Solondz


De todos los años que llevo viviendo he aprendido a ver los patrones del pasado reflejados en el futuro. Cosas que han pasado en circunstancias similares me hacen capaz de predecir lo que pasará en determinadas ocasiones con determinadas personas.
El universo es cruel, en ocasiones me pregunto si tiene una voluntad si, en algún lugar, nos observa y se ríe de nosotros como el genio maligno de Descartes... No lo se, no lo creo aunque, en muchas ocasiones, parece que así sea. Lo que nos da, nos lo quita, entiendo porque a la gente le resulta tan fácil creer en un dios o una entidad superior, es porque es muy tranquilizador echarle a él la culpa de las cosas que te pasan, y que tú no has podido hacer nada por evitar. Los humanos somos supersticiosos, nos cuesta aceptar que nos pasan cosas malas por un cúmulo de casualidades e interacciones con el medio que nos rodea, necesitamos tener a alguien a quién culpar, alguien que responda a la pregunta "¿Por qué a mí?".
He vuelto a ver el futuro reflejado en el pasado, otro espejo de esperanzas banas, mea culpa por haberme ilusionado con algo que iba en contra de mí propia prudencia, no voy a volver a permitir que me pase, ahora que ya veo como va a acabar...
Ojala me equivoque, en todo caso, al menos he vuelto a escribir lo que se me pasa por la cabeza aunque de forma chapucera. No hay mal que por mal no venga. Hace tanto que no lo hacía que se me han acabado hasta las metáforas.

Ahora viene la parte complicada ¿Qué hago con esto? ¿Lo borro? ¿Lo publico? No he encontrado ninguna cita que le pegue del todo en mi memoria, y buscarlas en la red es cutre, tampoco ninguna canción. Quizá estoy oxidado

jueves, 28 de abril de 2011

Crónicas de Zorita 1.

Para ver en tamaño original clickear en la imagen ^^

lunes, 6 de diciembre de 2010

Cristales rotos.

   La familia de tu madre había conservado el jarrón durante generaciones, ella esperaba ahora dártelo a ti, con ilusión, ahora ella mira sus pedazos esparcidos en el suelo, suspirando. "No pasa nada", te dice, pero tú sabes que no es verdad, con el golpe, la confianza que existía en el interior del jarrón ha quedado esparcida, desapareciendo, y la desilusión se ha materializado en el aire, sobre los pedazos de cerámica. Ella no te lo volverá a recriminar, pero la culpabilidad volverá a tus ojos cada vez que en una conversación familiar pueda adivinarse tu torpeza, mientras ella baja la mirada y te sonríe forzadamente. Pues lo que tú nunca sabrás es lo que ella se afanaba en cuidarlo, en ese jarrón se escondía más que el polvo, en ese jarrón ella guardaba sus miedos, y esperaba que tú algún día le ayudaras a vaciarlo. Al romperlo le has recordado lo que pasaba en su interior, y ahora que lo has roto, ya no queda sitio donde guardarlos, ni alguien en quien confiar para dejar ese jarrón a su cuidado algún día, cuando estuviera vacío.

   Lo mismo pasa con esos cristales imaginarios que separan las cosas, no eres consciente de que están ahí hasta que abres la boca innecesariamente, hablando tan alto que haces que estallen y que el estruendo suene en el interior de esa otra persona. Esos cristales suponen un límite, un límite que si sobrepasas sin darte cuenta, no volverá a existir. Cuando rompes uno de ellos, el límite desaparece, haciendo desaparecer también parte de lo que habían de delimitar, separando todo aún más por una gruesa capa de humo que no deja pasar la luz, bajo la que sólo se adivinan aún los restos de esos cristales, recordándote tu error.
   Pues si existe un límite, es precisamente porque traspasarlo indebidamente puede hacer que todo se tambalee. Para hacer que éste desaparezca, debes pulir poco a poco la superficie del cristal, con suavidad y confianza, debes saber hacerlo. Y si no tienes los suficientes conocimientos sobre lo que vas a hacer, lo mejor es procurar no hablar demasiado alto, o aventurarse a lo primero que se te ocurra, pues recuerda que lo que tienes delante es un cristal frágil, y si se rompe, los pedazos al saltar podrán cortar a la persona que te espera detrás, haciendo que ésta se aleje, que huya con un pequeño corte que dejará cicatriz.
   Y cuando algo se rompe, es muy difícil repararlo, nunca quedará como antes estaba, sino mucho más frágil, y si lo consigues, una vez lo tengas reconstruido, tendrás que comenzar otra vez a pulirlo, lentamente, con cuidado de no hacer que salte en añicos, mientras la persona de detrás te mira seriamente, sin ánimo alguno de que consigas pulir ya el cristal, haciéndolo un poco más grueso cada vez que tú dejes de esforzarte en él.



P.D: cuando te pedí una historia bonita quería ver si quedaba algo de felicidad en ti que usar para hacerte sonreir, con tu irónica respuesta me quedó claro que no.

Zorita.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Kolo

Kolo es una de mis mascotas favoritas. Es un galgo precioso de color marrón moteado y blanco, tiene unas patas largas, un cuerpo delgado y un hocico alargado, que cuando abre para jadear después de una carrera, parece una sonrisa perruna llena de dientes blancos y afilados. Kolo es un perro cariñoso y leal, nunca le he oído gruñir a nadie, sus únicos ladridos han sido de alegría, y cuando hace algo mal agacha la cabeza avergonzado y te mira con ojos tristes, es imposible enfadarse con él.
A Kolo le gusta jugar con un hueso de goma que tiene en su cesta, se pasa horas zarandeandolo de un lado a otro y tirándolo hacia arriba con el hocico para correr detrás de él. También le gusta que le tiren una pelota de tenis cuando pasea por el parque, para ir veloz en pos de ella a recogerla, brincando alegremente con sus largas patas y su lengua colgando, sí, creo que Kolo es un gran perro.

Es mentira, no conozco a Kolo, probablemente no sea su verdadero nombre, ni tan siquiera sé si es un macho, solo que es un galgo. El domingo pasado mi padre me llevó a Alicante en coche, bajando por la salida de la autovía, vimos un galgo que venía por el centro de la carretera, en dirección contraria, solo, de noche. Mi padre lo esquivó y el coche de atrás también, pero no puede ver más alla cuando se perdió por el centro de la carretera. Lo más probable es que Kolo fuera brutalmente atropellado y muriera al instante o pasara unos minutos de dolor insufrible antes de que lo atropellara otro coche.
No sé si quien dejo a Kolo suelto lo hizo a conciencia o por descuido, solo sé que se merece una muerte horrible.

A ver si cualquier día le hacemos un favor al mundo y nos extinguimos.

J.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Inmortal.





  Allí estábamos, sentados sobre el lago helado, en medio de la nada, yo únicamente vestida con su gran camisa negra, adornada por mi pelo desordenado al rededor de la cabeza, él llevaba aquéllos pantalones que tanto me gustaban, sus pies descalzos se deslizaban sobre el hielo como queriendo dibujarme una sonrisa. El vaho se escapaba de nuestros labios con cada respiración, atravesando los millones de diminutos copos de nieve que caían lentamente, casi estáticos en el aire, dando al ambiente un extraño aspecto mágico. La nieve rodeaba todo aquello a partir de los límites del lago, pero nosotros no sentíamos frío, no había nada malo que sentir allí, y ninguno de los dos, sumergidos en aquella extraña, mágica y sobrecogedora situación, íbamos a cuestionar su naturaleza, no nos atrevíamos, Morfeo así lo había querido, él nos lo había dado y él nos lo podía quitar.
-Tengo algo que entregarte...
-Lo sé mi amor, si tú lo sabes, yo lo sabré.
  Con una breve inclinación de cabeza, él sacó de su espalda una preciosa rosa negra de cristal, los detalles eran tales en aquella hermosa escultura, que si no hubiera sido por su traslúcido aspecto no habría sabido diferenciarla de una verdadera rosa. Su belleza era sobrecogedora, estática, eterna. Las rosas eran hermosas no sólo por su belleza, si no porque ésta era efímera, cuando menos te lo esperabas había desaparecido, convirtiéndo la bella rosa en una rosa marchita, débil. Pero aún así la rosa seguirá siendo hermosa, su significado perdurará en tu recuerdo, recordándote que no todo dura para siempre ante tus ojos, pero sí en tu memoria. Sin embargo, el sentimiento de belleza en aquella rosa no existía, ella ya estaba muerta, por lo tanto su significado también lo estaba. Él no podía parar de pensar en ello una vez se dió cuenta, me había regalado una rosa muerta, sin belleza verdadera, tratando inconscientemente de reparar aquélla que yo ya había perdido, él no podía quitárselo ya de la cabeza, por lo tanto, yo tampoco. Sostenía la rosa entre sus manos, sus labios habían formado una mueca rabiosa, impotente y contenida, y con un gemido, las lágrimas comenzaron a brotar líquidas de sus ojos, convirtiéndose en pequeños cristales brillantes antes de chocar contra la superficie del lago y hacerse añicos. Al ver ésto, su rabia tomó por completo la expresión de su rostro, lanzando con fuerza la rosa de cristal sobre la superficie de hielo.
- ¡Ni siquiera mis lágrimas son ya de verdad! ¡Ni siquiera ellas tienen ya sentido! - Su grito quedó ahogado por el estruendo de cristales y hielo, pero su dolor me llegó desde el interior. Me quedé inmóvil, como hasta entonces, mientras una pequeña tristeza se iba apoderando de mí, creciendo en mi pecho. No era una tristeza con la que llorar, de la que intentar escapar para buscar desesperadamente la felicidad, ésta era ya una tristeza calmada, paciente, era la tristeza de quien no espera ya que vuelva la felicidad, era una tristeza que se mantendría allí hasta el fin verdadero de mi recuerdo. Él me miró, aún con los ojos inhundados en lágrimas de diamante, suplicante, pidiéndome que cambiase lo que sucedía. Pero él sabía ya que aquéllo no dependía de mí, que había quedado solamente en sus manos y en las del tiempo, y por lo tanto, yo lo sabía con él.
- Es la hora mi amor.
- No...no lo es, aún no han cantado los pájaros.
  Una leve mirada de la misma tristeza se apoderó de mis ojos, quedando reemplazada rápidamente por el amor, que bullía en mi pecho y luchaba por salir a traves de mis ojos para encontrarse nuevamente con los suyos. Pero no era amor real, era aquél que él tanto deseaba volver a ver, que ya sólo existía en aquel hermoso lago. Bajé la cabeza y dejé que, como todas las noches, desde las puntas de mis dedos hasta mi interior, el fuego decidiera ponerle fin. Él, como siempre, gritó millones de súplicas, mientras sus lágrimas de cristal continuaban resbalando por sus mejillas. A mi alrededor, los copos suspendidos en el aire habían desaparecido, consumidos por el calor de mis llamas. Quería decirle que no me dolía, que ya había pasado, que me había resignado a ello y sólo deseaba que fuera feliz, pero Morfeo no me lo permitía, había decidido que era la hora de marcharse, llenando la estática imagen del lago con los cantos de unos pájaros inexistentes. Sí me iría, pero antes debía despedirme, como nunca pude hacer. Levanté lentamente la mano, acercándola a su rostro, acariciando su suave mejilla mojada por las lágrimas con las yemas de mis dedos, mi piel y su camisa seguían intactas sobre mi cuerpo a pesar del fuego. Siempre adoraba ver el hermoso fenómeno que se producía en ese instante; las llamas de mi mano se volvían azuladas, y conforme la acercaba lentamente a su rostro se iban extinguiendo, evitando la peligrosa caricia, como si una cúpula invisible de dióxido de carbono le protegiera del dolor.
- ¿No lo ves?- Preguntaba, como cada vez, ahogado por las lágrimas.- Me haces más daño tratando de apartar el dolor de mí que dejando que me queme, y como cada vez, hoy no podrás despedirte.
  La losa de culpa volvía a caer sobre mis hombros.
- Lo siento. - Cerré los ojos y bajé la cabeza, dejando escapar una pequeña lágrima de fuego que él jamás vería.
  Mi cuerpo despareció, convirtiéndose en una suave ráfaga de ceniza transportada por el viento que había comenzado a soplar con el extraño canto de las aves. Y allí se quedó él, inmóvil, junto con sus lágrimas inmóviles en su mejilla, los copos inmóviles sobre el aire y los cristales rotos de la rosa inmóviles sobre el hielo, cerrando lentamente los ojos y convirtiéndose para él el canto de los pájaros en un pitido incómodo que anunciaba el fin de la noche.

  Ahora era un recuerdo, el recuerdo de aquella vez, correteando por el pequeño bosque delimitado por el asfalto que había enfrente de mi casa. Corríamos entre carcajadas mientras la lluvia caliente del verano nos empapaba rápidamente, atravesando la capucha de mi sudadera y empapando mis piernas desnudas que sólo cubría parcialmente su minifalda favorita, con cada pisada, mis viejas converse se inhundaban y el agua helaba mis pies, pero en aquellos momentos no me importaba, me encontraba demasiado ocupada observando cómo su camiseta de manga corta empapada se pegaba a su cuerpo y como su pelo chorreaba, empapando su nuca. Paramos de correr, deteniéndonos cerca de la puerta de mi casa.
-Te tengo que dejar ya pequeña, voy a llegar a mi casa empapado.- El amor de sus ojos me llegaba como una ráfaga de felicidad.
- Vale, no pasa nada, desde aquí llego yo solita, no creo que me ataquen por el camino.- Con una pequeña risotada, me acerqué a él y de puntillas le di un suave beso de despedida que respondió atrapándome en un largo abrazo. Luego salí corriendo, con la suerte del tonto feliz, pisando todos los charcos que iban creciendo a mi paso sin importarme lo más mínimo.

  Ahora dormía en su cama, ahora le besaba con amor, ahora le gritaba enfadada por una estupidez, ahora le pedía disculpas, ahora le abraza mientras lloraba, ahora miraba con alegría por la ventanilla de su coche con el pelo revuelto por el viento, ahora le dibujaba un corazón de tinta azul en sus apuntes, ahora cantaba nuestra canción favorita...

  Ojalá pudiera borrarlo, reaccionar para decirle que no quería sentir su dolor, pero no era así, pues no había nada que decir ni sentir por mí misma, tan sólo era el recuerdo que él decidía que yo fuera, con tristeza y dolor me llevaba de un lado a otro con la esperanza de no dejarme morir, de hacerme inmortal en su pequeño mundo. Nadaba en un mar de imágenes e historias, recuperando pequeños retazos de su alegría pasada, pero no de su felicidad. Yo vivía en su recuerdo, era una vida hermosa, él me recordaba feliz, por lo tanto yo era feliz. Pero odiaba las noches, ellas tan sólo le daban el dolor, por lo que me lo daban a mí, le recordaban que nunca se podría librar de aquel sueño en el que desaparezco para siempre, hacían que me odiara, que me culpara por no seguir a su lado para siempre.
  Deseaba que el sueño desapareciera, cuando se olvidase esa pequeña parte de mí yo moriría un poco, pero él podría volver a encontrar la felicidad, y yo seguiría viviendo en sus difusos recuerdos, ya no tan dolorosos, que irían espaciándose con el paso del tiempo hasta desaparecer, llevándome al olvido a mí con ellos, lamentando solamente no poder ser yo quien le diese vida después de su muerte.

Zorita.




P.D: el último vídeo no me gusta, pero la letra de la canción quedaba bien con la historia xD